martes, 2 de julio de 2019

Vivezas

"Lo que pasa es que en realidad no esta pasando nada, nada de nada. Hace tiempo que nos perdimos en una terrible maraña de nosequeses y tiramos al lado del camino, como si ya no sirvieran, todas las botellas rotas de las que hasta hace dos días bebíamos para embriagarnos como dos bohemios obsesionados con acabar esa noche con su último aliento de vida. Se han secado todas las hojas de los libros que nos regalábamos cuando todavía pensábas que una cruzada intelectual era lo único por lo que merecía la pena dejarse las uñas. Ayer, sin embargo, me acordé de que debajo del cajón de la mesilla se esconden los recuerdos que guardamos cuando todavía nos reíamos de las felices (¡felices!) parrafadas surrealistas que nos daban los mendigos de las plazas de Madrid. Apenas un album de fotos veladas, ya no guardan más que luces, sombras y vanos contrastes entre rojos vivos y muertos tolerándose a regañadientes con unos labios pintados. No eran los tuyos, pero parecía como si en aquel invierno te evocasen con más fuerza que veinte mil hombres que arremeten contra la inamovible serenidad del portón de entrada de una fortaleza. Volví a leerte una vez más los versos que escribió un capitán vestido de poeta:

Qué tienes, qué tenemos,
qué nos pasa...?

Y tal vez sea, (tal vez), que nos estamos desangrando (no solo una vez, si no muchas) o quemándonos juntos en esta ducha de fuego que no es más, insisto, que un puñado de espigas arrancadas de las ubres de la vida cotidiana..."

miércoles, 15 de mayo de 2019

Tal vez

Tal vez... ah, si. Hablaba de tus labios. Tus labios lo bueno que tienen es que en otoño, cuando todas las demás plantas se marchitan, y a través de la ventana se ven los amarillos pálidos de los taxis envejecidos, tus labios, decía, se encienden de un color que recuerda al brillo entrecortado de una cereza bañada en la luz de una mañana cualquiera.

Entonces, los periódicos se dejan leer hasta que el mediodía se cansa de llamar a la puerta, o uno se queda tirado en la cama sin hacer poco más que moverse entre edredones y respirar hondo y pensar lo feliz que se siente en momentos como esos.

viernes, 15 de marzo de 2019

- ¿Me vacilas?


- No, te estoy dejando.


- Vaya... Nunca pensé que sería de este modo. Algo progresivo, tal vez; Perder el cariño...


- Nada de eso, todavía te quiero.


- ¿Entonces...?

- Me haces daño. No puedo dormir, ni pensar, ni concentrarme... Ni siquiera relacionarme con otros sin que se me cruce tu imagen. Quiero volver a mi vida...



- ...y yo lo pago.


- Tú no lo entiendes, YO lo pago. Ya no puedo salir, ni bailar,ni acostarme con otra gente sin pensar que eso es malo...


- ¿Y eso es malo...?


- Yo antes era feliz, sin compromiso...


- No tenemos compromiso, ese era el trato.


- No tenemos compromiso... pero te amo. Y eso es un compromiso. Me pareció bien todo esto. Tú tienes tu vida, yo la mia... no nos agobiamos. Pero es mentira. Yo ya no tengo vida. Me gustaba mi vida. Poder estar con quien quisiera, ir a distintos sitios con distintos hombres, asistir a celebraciones... Pero ahora no puedo. Ya no me interesan otros sitios, ni las celebraciones, ni otros hombres... Solo me interesa uno. Y no puedo estar con otros. Ni siquiera me apetece. Por eso es un compromiso... que no quiero.

sábado, 15 de diciembre de 2018

Cadalso

Te has dado cuenta de que el acero fuerte de tus huesos se derrite porque chocas contra un muro destrozado, que ya no puede sentir ni pensarse como lo que un día habia sido, como lo que queda de antes. Vamos a buscar cada palabra en el suelo y hasta que se pudran sus entrañas regurgitaremos la muerte tuya y mia porque no podemos vivir sin otra cosa que agarrarnos al pecado. Viólale hasta que te quedes o corre por las jaulas disidentes de tus pequeñas jaurias, pues no habrá más que dos esclavos aguardando a tu puerta cuando las horas perdidas te reclamen para llevarte al cadalso.

miércoles, 17 de octubre de 2018

- ¿Querés hablar? Está bien, hablemos. Nos dejamos con el gusto amargo de una faena incompleta, de la grande finale que perdió por el camino la esperanza de alguna otra esperanza con que arreglar el pasado. Decís que...


- Callá, callá. Estás bebido y no dejás de decir boludeces que pretendés te recuerden con un halo de grandeza. No hay grandeza en esto, querido. No es más que mierda...


- Vos sabés como yo que lo que digo es cierto. Los dos esperábamos que todo esto acabase de otro modo, y acabamos con el piso destrozado por una bronca cualquiera y las voluntades firmes de que se vaya al carajo... Como si no te importase. Te vés muy tranquila ahí tumbada, fumando de tu cigarro mientras me rompo los nervios porque veo que esto se acaba. Como si no te importase...


- ¿Y a vos te importa? ¡A vos no te importá nada! ¡Ya lo viste! ¡Te dije que me trabajé al banquero y te quedasté tan pancho, como si no huebiera pasado! ¡Ni siquiera me gritaste una palabra de que te hubiese hecho daño! Hasta que te tire el plato a la cabeza vós te quedaste callado, y seguro que lo que te molesto fué lo del plato...


- Dejá de decir macanas, llorona, sabés que no es cierto. Todo lo que a mi me importa te lo pasaste de largo, y si no decime por qué te tiraste al banquero. ¿Qué querés que yo te diga? ¿Que hiciste mal, que me hiciste daño? Eso ya lo sabés, no tengo que explicártelo. Si te importase un poco no lo habrías hecho, o no me lo habrías contado. Así que no esperés que me quiebre por alguien a quien no le preocupo. Seguí con tus amantes, pero no pretendás que me dedique a llorarte. La procesión va por dentro...


- ¿Ves como no te da bola...? Va a hacer dos años que nos vemos y ni siquiera una vez me dijiste que te importo. Qué querés... No sabés tratar a una mujer, no sabés como me siento...

jueves, 12 de abril de 2018

Era por la noche, y al gato nadie le hacía caso en las calles de Malasaña, enfrascados como estaban los modernos en sus rutinas noctámbulas de borracheras y discotecas. Así que me senté sobre el bordillo de un portal y lo coloqué sobre mis rodillas.
Yo llevaba mi sombrero negro con mi corbata negra sobre mi camisa blanca remangada (o sin mangas), y él era un lustroso tigre callejero al que pequeñas lineas amarillas atravesaban por el lomo el pelaje naranja. Entonces una muchacha apareció y, (también con sombrero), me dijo:

- Pareces un mendigo.

- Lo soy -respondí sin saber como-.

- ¿Y qué pides?

- Aun no lo tengo muy claro.

Pareció quedar satisfecha con mi comentario.

- ¿Es tuyo?

- No es de nadie. Estaba aquí sentado.

- No os pareceis mucho.

 -Somos parientes cercanos. Su madre y la mía vivían juntas en el mismo barrio. Primas-hermanas, pensamos.

- No me lo creo.

- Es igual, me lo he inventado.

- Entiendo...

Los meses siguientes los pasamos recorriendo las calles del barrio mientras mirábamos los escaparates antiguos o hacíamos comentarios sobre las cornisas, balcones o el artesonado de los edificios. A mi me gustaban las fachadas modernistas con sus flamantes marcos retorcidos en los bordes de las ventanas, o las inmóviles cabezas y esculturas con boca en forma de O que ocasionalmente decoraban las alturas de una puerta o las esquinas de un tejado. Ella prefería sentarse a observar caminar a la gente y reflexionar sobre el precio de los helados, o por qué los madrileños se empeñan en aparentarlo todo con su manera de vestir o la moda si la preocupación por la estética (o más bien, la obsesión casi enfermiza por que esta refleje la personalidad y el estatus de uno) no es más que una manera de afirmar una completa ignorancia y una total estupidez en relación con el fondo de lo que de verdad importa (sea lo que sea eso).

sábado, 15 de abril de 2017

...y el muy imbecil me decía que tenía que ponerle un título a mis artículos, que sin un título el texto estaba cojo o manco o descabezado y todo el mundo tendría la sensación de que faltaba algo, de que sería dificil encontrarlo. ¿Para qué sirve un título? Para que los idiotas que no buscan más que un libro o un falso pasatiempo puedan identificar el contenido o fantasear con la relación entre el encabezado y lo que hay entre las tapas. ¡A la mierda el título! Si te apasiona, si de verdad te apasiona la literatura, lo que quieres es lanzarte a por el texto, tirarte a bucear entre las palabras y dejar que sean ellas las que te envuelvan, te inunden y te ahoguen hasta dejarte casi tieso. El título es una ficción de unidad, un accesorio innecesario al que la mala costumbre de la tradición nos ha acostumbrado.